Sunset Grill & Tap (Boston)

Este bar, situado en el barrio de Allston (130 Brighton Av) en la zona oeste de Boston, es una pasada. Nada menos que 120 grifos con todo tipo de cervezas, aunque hay claro predominio de californianas y “nuevo inglesas” (que según wikipedia ese es el gentilicio de Nueva Inglaterra), y un buen número de belgas.

Todas ellas bien ordenaditas por tipo en una carta apretadísima que consigue meter a todas en una sola página, con lo que solo se indica el % de alcohol y la procedencia, no cabe más.

El bar es grande, con dos salas y una única barra en forma de U, común para ambas. Hay un brazo de la U en cada sala, con una pared en medio y una abertura en el arco de la U por donde pasan la barra y los camareros de una sala a otra. No hay gran diferencia entre ambas salas, las dos tienen la típica decoración de sports bar americano, con muchas teles, carteles de neón, y estanterías llenas de botellas de cerveza detrás de la barra.

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Vista de la sala principal desde la barra

Los grifos están casi todos juntitos, en un impresionante alineamiento, en la pared que cierra la parte abierta de la U, donde hay otra puerta-pasaje entre ambas salas. Hay además otros tiradores dispersos a lo largo de la barra.

El sitio es grande, con muchas mesas y techo alto. Nosotros fuimos a la hora de comer de un día laborable y estaba bastante muerto, habría unas 10-15 personas que en todo ese espacio no llegaban a formar ambiente. Nos sentamos en la barra, al lado de un tío con pinta de cliente habitual que parecía estar en su hora de descanso (llevaba el uniforme de una tienda cercana) y que se bajó un buen número de cervezas en la horita y pico que estuvimos ahí, mientras charlaba pausadamente con las camareras.

Ante tan inmensa oferta de birras, y viendo que no se podían pedir medias pintas, opté por empezar con un “sampler” de cuatro cervezas. Eso sí, convencí a la simpatiquísima y muy entendida camarera (griega, para más datos) de que me trajera los vasitos –de 15cl- según me los iba bebiendo en lugar de todos a la vez, lo cual elimina la ansiedad de beberrápidonoseaqueseoxidenlasotrasoselesvayalaspuma.

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De como meter 120 birras en una hoja

Comencé con la californiana Firestone Walker Pale 31, cerveza de la que había oído hablar y que me gustó mucho. Es dorada, con espuma blanca y un intenso aroma resinoso, con buena cantidad de lúpulo sin cansar y ligera de cuerpo (tiene 4,8%). Me pareció de 8, me quedé con ganas de haber pedido una pinta entera.

Luego me aventuré con una desconocida, la Mary of the Gael de Mystic, de Massachusetts. Una Saison de 6,7%, dorada, y que estaba buena pero no transmitía nada especial. Un 6.

Seguí con una IPL, India Pale Lager, uno de esos “neo-estilos” que salen como setas y muchas veces parecen más una técnica de márketing que un genuino intento de describir un nuevo tipo. Se trataba de la Jack’s Abby Hoponius Union, también de Massachusetts, y debo decir que en este caso la cerveza respondía exactamente a lo que uno asocia a “India Pale Lager”, que me imagino que igual cada uno asociará una cosa distinta, pero a mí se me vino a la cabeza justo lo que es esta cerveza: una lager rubia, subidita de lúpulo, muy aromática y con más cuerpo y alcohol (6,7%) que las lager “normales”. Le doy un 7. Por cierto que la vi ayer en El Cervecero en Las Rozas, así que está disponible en España, la recomiendo.

Terminé el sampler con otra birra que tenía en el radar: la Dogfish Head 90 Minute IIPA, de Delaware. Una Imperial IPA de 9% excelente, de color dorado, con una gran cantidad de lúpulo bien compensado con una no menor cantidad de malta. En Ratebeer comentan que la revista Esquire la nombró “Best IPA in America”, y no sé yo si llega a tanto pero seguramente esté en el top 10. Para mí un 9.

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Alineamiento de tiradores

Tras una pausa y comernos una hamburguesa –y advierto que la comida en este sitio no está a la altura de la cerveza-, me animé a por otro sampler.

Comencé esta vez con la Magic Hat Pistil, de Vermont; había probado hace mucho alguna cerveza de esta marca y tenía buen recuerdo de ellas. Esta es un Summer Ale ligerito (4,5%) bastante refrescante y con mucho sabor. Lleva pétalos de diente de león, lo que le da un aroma floral cuando menos original. Con todo, tampoco me entusiasmó. Le pongo un 6.

La siguiente fue otra de mi “wish list”, y no me decepcionó: la Stone Smoked Porter with Chipotle Peppers, una frikada de los de San Diego que a pesar de tener 5% es potente y con un sabor rotundo a la par que extraño. Es muy muy negra, con una corona de espuma que no se va ni con agua caliente, se agarra al fondo del vaso hasta el final. El sabor es… a chipotle, es decir, ahumado y picante, el lúpulo y la malta asoman la cabecita lo justo para estar ahí y dar coherencia al conjunto. Es rara, pero me gustó mucho, un 8.

Era difícil superar el listón y la Evil Genius Forsaken Hoppy Amber, de Pennsylvania, no lo logró. Tiene 6,5%, un color cobrizo transparente, menos lúpulo del que su nombre sugiere, un sabor agradable pero con notas torrefactas y de levadura que estropean el final, y un aroma no demasiado intenso. Llega al 6 siendo bueno.

Terminé la sesión en este glorioso establecimiento con una más de mis deseadas, otra californiana: la Bear Republic Racer 5. Muy buena. Una IPA rubia, muy lupulada como esperaba y con mucho cuerpo para equilibrar, 7% de alcohol que se notan en su justa medida. De 8.

Y con esto nos fuimos, yo encantado de la vida y mi acompañante, poco cervecero, no tanto pero feliz de ver mi sonrisa de oreja a oreja. Y eso que llovía a mares. Cómo mola Boston!

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Botellas tras la barra

Bukowski Tavern- Dalton Street (Boston)

Comienzo mi repaso a los grandes templos de la cerveza de Boston con esta taberna situada en el barrio de Back Bay (uno de los más elegantes de la ciudad), en el 50 de la calle Dalton, semiesquina Boylston, a unos 500 metros de la línea de llegada del maratón de tan triste recuerdo en 2013.

Aclaro esto porque hay otra Bukowski Tavern de los mismos dueños, situada en la vecina Cambridge, a la que por desgracia no pude ir, así que todo lo que aquí se dice se refiere a la sucursal en Dalton Street.

El sitio por fuera parece un poco un barucho de mala muerte y al entrar se ve que es más bien pequeño y un poco oscuro, pero limpio y bien puesto. Les gusta mucho esto de los sitios con poca luz a los yanquis. Era un día laborable justo a la hora de salir del trabajo, así que había bastante gente y la barra estaba llena, con lo que me tuve que poner en una mesa. Ambiente animado –sin tampoco ser una fiesta- con buena música de fondo.

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Vista desde la entrada

Tienen 20 grifos casi todos con cervezas americanas, pero había un par de alemanas e incluso una de Nueva Zelanda. Buena selección pero las hay mejores. Una gran ventaja de este sitio es que se puede pedir pinta o media pinta (el único de todos los que visité que daba esta opción), que para mí es la medida óptima: suficiente cantidad de cada cerveza para disfrutarla pero lo suficientemente pequeña como para poder probar muchas. Otra cosa buena que tiene este sitio es que tiene wifi gratis, que resulta que no es algo tan normal por estos lares como yo creía.

No me gustó que en la carta las birras estaban totalmente desordenadas y con poca información (solo nombre, procedencia y grado alcohólico), con lo que es complicado elegir. Por suerte la diligente camarera, hiperatenta y con un aire a lo Liza Minelli, supo responder mis preguntas con paciencia y conocimiento, lo cual facilitó bastante la tarea.

Que vamos, que de entrada no es que me complicara mucho la vida, fue ver que tenían Lagunitas IPA y lanzarme directamente a por ella. Le tenía muchas ganas a esta birra, aunque los recientes comentarios sobre el barril que se pinchó en el BBF me rebajaron un poco las expectativas. A mí me encantó, la encontré plena de sabor y con un amargor muy bien integrado en su 6,2%, le doy un 8.

Luego probé la Anderson Valley Keebarlin’, más floja en alcohol (4,2%) pero no en calidad. Una American Pale Ale “de sesión” ligera y refrescante pero con un aroma a lúpulo buenísimo (lleva 100% Columbus) y un regusto de lo más agradable. Otro 8.

Tras otro interrogatorio a la camarera, que atendía todas las mesas con eficiencia casi hiperactiva, opté por probar la Otter Creek Fresh Slice White IPA, de Vermont, todavía más ligera y refrescante que la anterior a pesar de ser sobre el papel más fuerte (5,5%). Es una especie de witbier, aromatizada con cilantro y clementina, más una importante dosis de lúpulo. Me gustó mucho, aunque quizá un poco por debajo de las otras dos. Un 7.

Continuó el festival con la The Shed Mountain Ale, también de Vermont y fabricada por Otter Creek para The Shed. Ratebeer la clasifica de Old Ale, podría también decirse que es una Brown Ale, el caso es que está buena sin ser una maravilla, sobre todo después de las otras. Le encontré un punto dulzón que no me convenció demasiado. Para mí un 6.

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Vista desde mi mesa

Para terminar opté por lanzarme a la piscina y elegir una desconocida solo por su sugerente nombre y porque era de la región: Downeast Barrel Aged Batch#5, de 10%. Un brebaje extraño, amarillo turbio, sin espuma, sin ningún rastro de lúpulo, bastante ácida pero con mucha fruta que la balanceaba bien. Estaba devanándome los sesos sobre cómo clasificarla (Sour Ale? Gruit? Mezcla de Lambic con algo? Ida de olla sin ton ni son?) cuando pregunté a la camarera y me dijo que era… una sidra!!! Si cuando digo que la carta daba poca información…

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Así de rara se veía la no-cerveza de Downeast…

Tras este patinazo pedí la cuenta (ojo, no aceptan tarjetas), abandoné el local y me perdí entre el gentío bajo un bonito atardecer lluvioso tan típicamente bostoniano.

Impresiones cerveceras de Boston

Acabo de regresar de estar unos días en Boston, donde además de reencontrarme con viejas amistades me he inflado a probar birras interesantísimas, el panorama cervecero bostoniano es realmente impresionante.

Yo pasé en esta bella ciudad un par de años a mediados de los noventa, cuando la moda de las microbreweries (entonces el término “craft beer” prácticamente ni existía) empezaba a convertirse en toda una revolución. Casi veinte años más tarde puede decirse que la revolución ha triunfado rotundamente, pues en todas partes se encuentran cervezas de calidad y el número de bares especializados ha crecido exponencialmente. Lejos quedan aquellos oscuros años en que al preguntar al camarero qué cervezas tenían la respuesta invariablemente era “Bud, Bud light, Miller, Miller light, Coors, Coors light, Heineken and Amstel light” o cualquier combinación de las anteriores.

Además, han surgido varios establecimientos que son auténticos paraísos para el Beer Hunter, algunos con más de 100 grifos. En esta ocasión pude visitar varios, que reseñaré en futuros posts, que si no esto me queda todavía más largo de lo que ya es.

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El Sunset Grill & Tap les gana a todos con 120 grifos

Y la mejora no se queda en la enorme amplitud de la oferta disponible, sino también en la calidad del producto. De las casi 50 cervezas que probé solo hubo una que no me gustó, la Shock Top Belgian White, un simulacro de witbier insulso y aguachirriesco que probé sin saber nada de ella, y tras investigar en Internet descubrí que era de… Anheuser-Busch. Vamos, un nuevo intento patético de los gigantes por apuntarse a la moda craft.

También se cuida mucho la calidad del servicio. En USA los camareros se ganan la vida a base de propinas, y eso se nota en la amabilidad y rapidez con la que te atienden (si hablas inglés y no pides cosas raras, eso sí…). Pero es que además todos los barmen –y barwomen- con los que hablé tenían un nivel cervecero francamente alto y sabían explicar bastante bien cómo eran unas u otras cervezas de la carta.

Las cartas es precisamente otra cosa que me ha sorprendido positivamente, todos los bares tienen carta escrita –que aprendan algunos-, actualizadas y por lo general clasificadas por tipos y/o con buena información sobre cada cerveza para que el cliente pueda orientarse. En muchos casos incluso indican con un asterisco las cervezas que son de proximidad, para los interesados en el producto local.

La variedad de cervezas es muy grande, aunque dominan los estilos americanos: American Pale Ale, IPAs, IIPAs, American Strong Ale, etc. También se ven bastantes petrolacos y un buen número de cervezas estilo belga made in USA, parece que es la nueva moda. Lo que me sorprendió es que en ninguno de los sitios que estuve tenían pinchada ninguna Lambic, creía que era algo que estaba más en auge por esos lares pero parece ser que no es así. De lo que sí hay mucho es barrel aged, sour y alguna frikada que otra (que ya comentaré en los siguientes posts).

Casi todos los bares tenían varios grifos para cask (hand pumps), aunque luego la inmensa mayoría no tenían nada en ellos, la respuesta habitual era “en este momento no hay ninguna cerveza de cask, pero en x días tendremos tal y cual”. Una pena, a ver si a la próxima tengo mejor suerte (o se animan a servir cask de forma permanente…).

Por regiones geográficas, abrumadora mayoría de California y Nueva Inglaterra, con cierta presencia de la zona de la capital (DC, Maryland, Delaware) y Colorado. Bastante poco del resto del país, y nada de Canadá. Otra sorpresa fue que casi no había ninguna de Flying Dog, debe ser que allí igual no tiene tanto prestigio como de este lado del Atlántico.

En cuanto a extranjeras, las belgas son clara mayoría (la Duchesse de Bourgogne estaba en todas partes), seguidas de alemanas (mucha weizen), y poco más. Salvo alguna Mikkeller, artesanas europeas muy poquitas. Y de UK absolutamente nada. Mención especial para Ca L’Arenys, cuyas Guineu Riner y Guineu No Sucks estaban pinchadas en dos sitios, grata sorpresa!

Por criticar algo, no me gustó que la mayoría de bares sirvan las cervezas de barril en tamaño único (por lo general 1 pinta o 12 fl. oz., o sea 47 ó 35 cl respectivamente), sin dar opción a medias medidas. Algunos sitios permiten pedir un “sampler” con 4 vasos de 5 fl. oz. (15 cl) de cervezas distintas, pero eso se queda muy pequeño y además te obliga a pedir de cuatro en cuatro.

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Marchando un sampler variadito

Los precios, aceptables. Incluso algo más baratos que los de las artesanas por aquí. La mayoría de cervezas salen por 7-8 dólares la pinta (5-6 euros), y las más potentes llegan a 10-12 (7,5-9 euros). Las que sí se van de precio son las de importación (ej: medio litro de Andechs Dunkelweizen por 10 dólares), tal vez por eso hay menos de las que esperaba.

Lo que más me agradó, como decía antes, fue ver que en cualquier sitio, desde restaurantes italianos, japoneses, o bares de copas, siempre hay alguna cerveza digna de tal nombre. Las más ubicuas, como era de esperar, son las locales Samuel Adams Boston Lager y Harpoon IPA, más los Summer Ales de ambas marcas, dadas las fechas en las que estamos. Pero también otras como Allagash o Smuttynose están presentes con cierta frecuencia. Y ya, cuando vas a un sushi bar y tienen Ommegang Hennepin, te das cuenta de que aquí la cerveza de calidad ha llegado definitivamente al gran público. Qué envidia.

Un sitio que me llamó la atención especialmente fue el Post 390 (Stuart street con Clarendon, en Back Bay), un restaurante y bar de copas de moda muy pijo que tenía una selección corta pero impresionante. Fuimos a tomar una copa bastante tarde después de cenar y acabé probando nada menos que la Stone Ruination IPA (Imperial IPA de 7,7%, buenísima) seguida de una Lexington Kentucky Bourbon Barrel Ale (American Strong Ale de 8,2%, también estupenda) y ya me vine arriba y pedí –un poco a ciegas- un botellón de 75cl de “Absence of Light” para el grupo, un Imperial Stout de estilo belga (7,4%) fantástico, producido por Idle Hands Craft Ales en Everett, Massachusetts. Para ir con la idea de tomar un gintonic o un güisquito, no estuvo nada mal!!

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Inquietante etiqueta para una cerveza de inquietante nombre

Para terminar, otro descubrimiento inesperado: la Peak Organic IPA, una cerveza de la que nunca había oído hablar y que me pareció muy recomendable. La vi en una cena-cóctel a la que asistí y la pedí por aquello de no tomar otra Sam Adams, pero sin esperar gran cosa. La bofetada de lúpulo que te arrea con el primer trago me pilló con la guardia baja, y luego ya recuperado pude apreciar mejor su sabor, muy amargo, fresco y aromático (lleva Amarillo, Simcoe y Nugget), y bastante más equilibrado de lo que me pareció inicialmente. Sus 7.1% se notan poco, así que cuidadín con ella. La fabrican en las instalaciones de The Shipyard en Portland (Maine).

Y ya no me enrollo más, ahora iré poco a poco subiendo entradas sobre los principales bares que visité y los deliciosos brebajes que probé en ellos.

I Love Boston!!!